Llamamos relaciones adictivas a aquellas que surgen por apegos a personas inalcanzables, incapaces de comprometerse, o que ya estan comprometidas. En las que falta lo que uno o ambos miembros de la pareja necesita: amor, ternura, sexualidad, honestidad  o apoyo emocional, lo que ocasiona que la pareja se mantenga en una constante confrontacion.

Caracterí­sticas de una Relación Adictiva

1.    Se reconoce que la relacion nunca ha sido satisfactoria sin embargo permanece en ella, acepta abusos  y maltratos y los devuelve

  2.   Cree que no existe una relación de pareja armónica por mucho tiempo.

3. Se alternan los roles de ví­ctima y victimario constantemente.

4. La pareja exige e impone situaciones en las que Ud. desearí­a negarse pero le es imposible hacerlo.

5. Mientras una persona da todo de sí­, su pareja no entrega nada; mientras aquella se centra en el otro, éste se centra en sí­ mismo; mientras uno aporta aliento, apoyo moral, dinero, el otro se limita a recibir y pedir.

6. Se vivencia el sí­ndrome de abstinencia cuando se pone distancia con la pareja, tal cual en cualquier adicción, al alcohol, drogas, etc. La persona siente ansiedad, dificultad para concentrarse, desmotivación, insomnio, inclusive ataques de pánico ,  situación que se normaliza cuando se reinicia la relacion.

7.  Se caracterizan por ser dramáticas, caóticas, llenas de excitación, sufrimiento y un alto grado de erotismo y sexualidad.

8. Constante búsqueda de que la pareja te “ haga” sentir realizada-o, poca o ninguna iniciativa para manejar su propia vida.

9. Manipulación y chantaje siempre presente.

10. Cuanto más problemática, difí­cil e imposible resulte el lazo con la persona “amada” mayor es la atracción que se siente.

 

Recordemos que las relaciones adictivas se originan por las carencias de afecto producidas en la infancia,  cuando la base afectiva infantil fue pobre o inestable surgirá la “adicción al amor” y si hubo un apego evitativo de parte de los padres se presentara el “terror al compromiso”.

 

No olvidemos que  si una relación se vuelve destructiva, pone en peligro nuestra dignidad humana, nos impide el crecimiento, nos conduce a la depresión y desmoralización (y hemos hecho todo lo posible para mantenerla), entonces es tiempo de cambiar de rumbo.