No se deje dominar por sus impulsos

Controlar las emociones es un arte en ví­a de extinción. No es raro observar escenas en la calle o en cualquier lugar público, en las cuales, padres e hijos, enamorados, esposos o gente extraña se insultan, se maltratan o reclaman por algún motivo.

Consecuencia de esos actos son las úlceras nerviosas, jaquecas, alopecias, depresión y las enfermedades psicosomáticas, y todo ¿por qué? Porque no supieron controlar su ira, mal genio, estrés y en general las emociones, sino que fueron gritando, «manoteando» y descargando toda su energí­a en el otro.

¿Cuál será la causa de todo esto? Llevamos una vida muy acelerada que no nos permite tomar tiempo para nada, pues el desayuno lo tomamos de pie, el periódico lo leemos en el baño, nos maquillamos en el carro y así­ todo por el estilo.


Identificando estas situaciones de la vida real, los sabios, como siempre pusieron de moda un tema, del que todo el mundo habla sin saber realmente qué es, inteligencia emocional. Tema y tí­tulo del libro de Daniel Goleman a quien en buena hora se le ocurrió escribir al respecto y con rotundo éxito, pues durante un año y medio logró vender más de 5´000.000 de copias publicadas en todo el mundo. Fue un best seller en 1995 en toda Europa, Asia y Latinoamérica, y además traducido a 30 idiomas.

Inteligencia emocional se define como la capacidad del ser humano de reconocer sus emociones, expresarlas, regularlas y saber entender las necesidades emocionales del otro, dice Sonnia Navas de Gafter, psicóloga clí­nica.

Navas explica que aunque hay muchas personas con un coeficiente intelectual muy alto no saben vivir sus relaciones afectivas, familiares y laborales, ya que estos son un total y completo caos, no saben controlar sus emociones y explotan de la peor manera en el momento menos oportuno y luego a ofrecer disculpas, -como siempre-, dicen los afectados.

El hombre se prepara para ser doctor, carrera en la que invierte cerca de 10 años y 40.000 dólares, pero para ser señor y dueño de sí­ mismo no invierte ni un minuto, ni un centavo, por eso será que los divorcios van en aumento y los hijos rebeldes también.
Según la psicóloga, en la inteligencia emocional existen 4 categorí­as, el reconocimiento de las habilidades, la regulación emocional, la conciencia emocional y la autoestima.

El ejercicio es sencillo y se puede aplicar en la vida diaria. Por ejemplo, siento tristeza, es conciencia emocional. Verbalizar es decir, expresar con palabras que tengo tristeza es el reconocimiento de la emoción y abstenerse de llorar a gritos en espacios públicos, afectar por ello el trabajo o el estudio, y tener muy claro qué reacción tiene con cada emoción es un comportamiento que regula la emoción, no la reprime pero tampoco se deja dominar por esta.

Regular es medir las consecuencias, no hay que tirar, patear, porque las esposas, las enamoradas, hijos o compañeros de trabajo se aguantan hasta cierto punto, pero llegará el dí­a en que todos le corran y nadie lo quiera ni le crea o lo respete como autoridad.

Según el psicólogo Ricardo Vélez, la autoestima es la base de todo, sin este componente difí­cilmente, se podrí­a lograr un buen desempeño en todas las áreas de la vida.

«Desde muy niños, debemos aprender a decir estoy con rabia, quiero compartir contigo mis alegrí­as y tristezas, pues somos seres que sentimos».

«La gente jamás adivina lo que sentimos», agrega Navas.

«Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad», destaca Goleman en su libro.

La aptitud emocional no se puede mejorar de la noche a la mañana, porque el cerebro emocional tarda semanas y meses en cambiar sus hábitos, no horas y dí­as. Para llegar al punto en que un hábito nuevo reemplaza a otro se requiere cierta práctica. Los estudios clí­nicos realizados sobre cambios de conducta demuestran que, cuanto más tiempo pasa alguien esforzándose por cambiar, más durable será ese cambio. Así­ que no se desanimen porque nada es imposible para el que tiene el deseo.