Hace unas semanas atrás observamos sorprendidos como un grupo de jóvenes de Guayaquil eran participes de un video musical con fuertes tintes eróticos y usando el uniforme de su plantel.

Mas allá de juicios morales dirigidos hacia la conducta de los adolescentes, deberí­amos preguntarnos qué participación tenemos en esto? Y qué hacer para orientarlos?.

Muchos jóvenes de hoy no pueden llevar una vida personal satisfactoria tal vez porque la generación que los precedió no supo transmitirles la sabidurí­a y los valores necesarios para ilusionarse y comprometerse con su propia vida como un reto de superación personal.
Se los ha educado con la idea de que se “es lo que se parece” aquello que cada quien aparenta esta mediado por la inmensa oferta que ofrece la publicidad .Algunos padres ahora actúan “con un estilo juvenil”, ayudados con los productos de moda y convencidos que se puede ser “joven” siempre que se tenga el dinero para lograrlo y dejan de lado su papel de autoridad y guí­a, justo en una edad en que ellos buscan identidad, para consolidarse como hombres y mujeres quedando solo sus í­dolos como modelos a seguir, ellos en la mayorí­a de casos no son un ejemplo de vida.
Los adolescentes deben enfrentarse a conflictos psicológicos tí­picos de su edad, como son:
La dependencia emocional y económica de la familia vs la independencia y control personal, Aceptación de su realidad y grandes dificultades para incorporarse al sistema productivo, entre otras. Quienes suelen ser actualmente su apoyo? Pues los amigos, que son sus figuras de apego, quienes les proporcionan seguridad, aceptación y la posibilidad de proyectos grupales. Así­ se afronta en compañí­a los cambios evolutivos de la edad obviamente con el riesgo de estar apoyados por quienes también necesitan guí­a.

No deberí­amos olvidar que la familia, la escuela y el grupo de iguales son los principales factores de socialización que condicionan la educación y el desarrollo del ser humano.

Mientras mayor sea el grado de compromiso con cada una de estas instancias mayor el bienestar personal y menos presencia de desadaptación y violencia juvenil.

Los educadores requieren empatí­a con el joven, implicación real en la vida de ellos,
La educación no debe girar solo en lo intelectual y académico sino en el universo afectivo de sus estudiantes.
No es cierto que al adolescente no lo motiva nada, le cautivan propuestas pedagógicas que sean compatibles con su propio mundo y el acompañamiento de una familia funcional.